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4. Sábado


A las 8 y media, como un reloj, estaban los nuestros desayunando. El hotel estaba muy bien pero tenía un pequeño defecto. Había muchas habitaciones y la sala donde se servía el desayuno era pequeña para tanta gente. Para evitar largas esperas, el día anterior la recepcionista del hotel hizo apuntarse a nuestro grupo a un turno de desayuno. Eligieron las 8.30 porque así tendrían margen para lo que les esperaba esa mañana, que era el free tour por el Casco Viejo d eBilbao.

Al terminar el desayuno salieron del hotel y, como andaban un poco sobrados de tiempo, aprovecharon que pasaban por debajo del Primark para verlo. Era inmenso. Entraron para echar un vistazo y al final alguien hizo algunas compras, entre ellas Kiko un chubasquero y un par de pantalones para una hija. Aún así había tiempo de sobra y estaban cerquita del punto de encuentro.


Sobre las 10.30 los nuestros tenían cita con el free tour “Bilbao histórico”, que comenzaba en la plaza del Arriaga, justo delante del gran teatro. Había tanta gente con reserva que se hicieron tres grupos para la visita. A los nuestros les tocó Ander, un joven vasco, majete y con muy buena voz. Como buen vasco, Ander hizo todo el recorrido a pelo, sin megáfono.



Al comienzo, como no podía ser menos, Ander les explicó la historia del teatro y el porqué de su nombre. El teatro Arriaga se construyó sobre uno más antiguo y se inauguró a finales del siglo XIX. Costó un millón de pesetas de la época, estaba dotado de electricidad y se podían seguir las representaciones por teléfono al precio de quince pesetas. O sea, disponía de lo último de lo último.

La denominación Arriaga viene del nombre original de la plaza, Juan Crisóstomo de Arriaga, que fue un compositor bilbaíno con mucho talento pero que murió muy joven. Más o menos era como Mozart pero en vasco. Inicialmente los bilbaínos llamaron al teatro “la casa de maternidad”, a causa del generoso busto de las estatuas de cariátides que sostienen uno de los balcones.

El teatro, igual como el resto de la ciudad, sufrió incendios e inundaciones, pero siempre se reconstruyó.


Ander llevó a nuestro grupo y a una veintena de personas más por el casco viejo explicando anécdotas, cosas curiosas y la historia de todo lo que aparecía delante de los ojos de sus clientes.


Ander también repasó la creación de la ciudad, los palos que les dieron en las guerras carlistas, la gran riada de 1983, el carácter vasco, y más concretamente el carácter bilbaíno, generoso, amigo de sus amigos, algo fanfarrón y orgulloso de sí mismo.


Entre la infinidad de las curiosidades que Ander desgranó, te contaré algunas.


El lugar donde está fundado Bilbao viene determinado, evidentemente, por la ría del Nervión que en su día fue una autopista de comunicaciones que favorecía el comercio. Era más fácil llevar las cosas por la ría que por caminos pedregosos encima de carros. Pero para el comercio también fue muy importante la presencia de minas de hierro de muy buena calidad y a cielo abierto. En el siglo XIX, en las minas delante de la ciudad de Bilbao, en la orilla izquierda de la ría, cuando se descubría una veta de hierro se avisaba al ingeniero para que fuera a verla. Normalmente este ingeniero era británico y, si la mina era de buena calidad, escribía en un papel “all iron”, que en inglés significa, “todo hierro” y enviaba a alguien del terreno al telégrafo para dar la noticia. Las palabras “all iron” corrían como la pólvora por toda la contornada como sinónimo de éxito. El “all iron” se transformó en "alirón" y esta palabra se quedó entre nosotros para definir la celebración de los éxitos deportivos del Athletic de Bilbao.


Otra de las curiosidades que explicó Ander fue una minilección magistral de euskera. Entre otras cosas, la palabra mozo/moza en castellano viene del vasco “motzo”, que significa “corto”. Los chicos y chicas vascos, cuando eran jóvenes, llevaban el pelo corto y por eso se les llamaba motzo.


Otra información en cuanto a la raiz de algunas palabras. En euskera roca es haitz, árbol es zuhait (roca de madera) y hacha es aizkora (roca afilada). Todo son rocas.


Ander también contó andanzas de Unamuno por la ciudad. En la plaza que lleva su nombre, bajo un busto suyo, Ander explicó que una vez lo robaron, hicieron uno nuevo y después de los años apareció el original en el fondo de la ría. También comentó el carácter tan especial que tenía el escritor, que gustaba de discutir con todos por el mero hecho de discutir.



Cuando acabó el free tour, nuestros turistas volvieron a la plaza de Unamuno, al bar Bacaicoa, a tomar un pintxo de chorizo y una caña a la salud del famoso literato.

Para la comida, las tres parejas querían darse un homenaje en forma de chuletón. Tenían que cumplir la máxima que dice que uno no se puede ir de Bilbao sin comerse un buen chuletón. Ya el día de antes habían visto en la calle del Perro un restaurante bastante puesto donde había grandes trozos de vaca expuestos en neveras. Allí maduraban los chuletones que después saborearían sus clientes. En principio ese sería el objetivo de nuestro grupo.


Durante el free tour, Ander, el guía, les comentó que mejor que no fueran allí, porque, aunque estaba muy bueno, las cantidades eran un poco escasas y el precio era más alto de lo normal. Mejor que fueran a la calle Jardines, allí al lado, que había también restaurantes y eran bastante mejores y más asequibles. Si eso te lo dice un guía de Bilbao, entonces es "palabra de Dios". Inma, sin pensarlo dos veces, sacó su móvil y en breves segundos ya tenían una reserva en un restaurante de esa calle.



El restaurante se llamaba Berton Sasibil. Comieron divinamente. 5 de chuletón y 1 de bacalao, todo regado con buen vino, que no recuerdo cuantas botellas cayeron.

Los nuestros salieron a la calle con la tripa llena y satisfechos con la elección del restaurante. Durante el postre habían quedado que no irían al hotel a descansar sino que bajarían la comida con la siguiente actividad programada. Después ya descansarían.


Al salir caían gotas, algo al parecer muy normal en estas ciudades del norte. Ahora, con el cambio climático ya no lo es tanto. Ahora los vascos agradecen esta agua cada vez que cae. Los nuestros, que venían de una zona donde llueve "distinto", miraban el cielo con cautela.



La actividad que tocaba ahora era la subida al Mirador de Arxanda, bonito lugar con grandes vistas sobre la ciudad de Bilbao. Se trataba de dar un paseo de veinte minutos desde las 7 calles, donde se encontraban, hasta la estación del funicular para subir al mirador.


Poco a poco la lluvia se fue intensificando hasta dejar de ser el xirimiri típico el norte para convertirse en aguacero mediterráneo. Mal que bien, con paraguas y chubasqueros llegaron a la estación en condiciones aceptables.

El funicular iba superlleno. Menos mal que llovía porque si no, habría una larga cola, seguro. 

Compraron los tiques y subieron. El trayecto es muy cortito, no llega al kilómetro, pero se sube un importante desnivel, alrededor de 250 metros. Los vagones son muy pequeños e inclinados, para adaptarse a las circunstancias de la pendiente.


En un momento llegaron al mirador. No llovía tanto pero no paraba de llover. La lástima fueron las vistas. Estaba todo muy cerrado y casi más se intuía que se veía Bilbao ahí abajo.


Lo hicieron corto y bajaron pronto. Allí no había nada más que hacer salvo mojarse. Se hicieron mil fotos en la barandilla del mirador, donde estaban las letras que componen la palabra "BILBAO" y, casi sin hacer cola, llegaron al funicular y bajaron.



Desde la estación hasta el hotel fueron caminando también. Veinte minutos como mucho, pero veinte minutos muy lluviosos.

Una vez en el hotel, se quitaron la ropa mojada, descansaron un poco y volvieron a quedar para rematar la intensa jornada que llevaban.

Después de la paliza de día que llevaban nuestros turistas, el grupo decidió no hacer demasiados alardes porque el día siguiente también iba a ser largo. Por eso quedaron en salir un rato por una zona de ocio más cercana al Hotel, por la calle Ledesma.

Ésta es una calle peatonal que está llena de bares, casi todos con terraza. El ambiente es distinto que el de la zona de las siete calles. Es más de beber cerveza, quizá gente más joven y también una zona más pija. Menos turistas.

Sin exagerar, unos 30 bares casi seguro que hay. Nuestro grupo estuvo paseando entre las terrazas hasta llegar al final y allí encontró uno tranquilo donde se sentaron. Hacía pocos días que acababan de abrir el bar y los nuestros se pidieron cerveza (muy cara, como en casi todo Bilbao) y el del bar les regaló una tapa de tortilla. Les dijo que hacía un tiempo había ganado el premio a la mejor tortilla de Bilbao. La verdad es que estaba buena. Al cabo de dos cervecitas, el grupo se fue a tomar la última a otro sitio.

Ahora tocaba dentro de una bar. Eligieron el  Antomar. Aquí ya tomaron un par de pintxos con lo que la cena estaba ya saldada (la comida fue muy abundante). Estaba puesta la tele y daban el partido del Athletic contra el Real Madrid, primer partido de la liga. El Madrid ganó 0 a 2, y los ánimos no estaban para tirar cohetes.

Dando la noche por terminada, el grupo se retiró para el hotel, que lo tenían cerquita. Las piernas pesaban. Buenas noches y a dormir.